Esta mañana, mientras esperaba el autobús, se me acercó un muchacho con síndrome de Down. Con una sonrisa enorme me dijo:
Yo le respondí:
—Sí, la verdad que sí, mejor que se vaya ya la calor.
Él continuó:
—1 de septiembre, al curro.
Yo, un poco resignado, contesté:
—Uff, qué rollo…
Y entonces él me miró muy serio y me dijo:
—Rollo no. Hay tiempo para todo: para disfrutar de las vacaciones, para hacer cosas, para trabajar… cada cosa tiene su tiempo. Hay que disfrutar tanto de las vacaciones como del trabajo. Un poco de cada, en su momento.
Aquello me dejó callado. Solo atiné a decirle:
—Esa es la actitud, sí señor.
Después, mirando el reloj, añadió:
—Dos minutos para que venga el autobús. Yo me conozco a todos los conductores del 20…
Y así, sin más, nos subimos al bus.
Yo me quedé pensativo. Sus palabras se me quedaron grabadas, como si me las hubiese dicho mi padre a través de él. A veces tengo esa sensación: que mi padre me habla por medio de otras personas, sobre todo cuando me siento ofuscado o en horas bajas.
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