viernes, 22 de agosto de 2025

Jerusalén llorada: del llanto de Jesús a la herida de Oriente Medio

Jerusalén llorada: del llanto de Jesús a la herida de Oriente Medio


Cuando el evangelista Lucas relata que Jesús, al aproximarse a Jerusalén, lloró sobre la ciudad (Lc 19:41-44), no solo nos ofrece una escena cargada de dramatismo religioso, sino también un testimonio humano de compasión y advertencia. “¡Si supieras en este día lo que te trae la paz!”, exclamó, antes de anunciar un sitio militar que terminaría, décadas más tarde, en la destrucción del Templo y en el sufrimiento del pueblo judío bajo el Imperio romano.

Ese lamento resuena, con inquietante actualidad, en el corazón del conflicto israelí-palestino. Jerusalén sigue siendo hoy, como en el siglo I, un espacio disputado, símbolo de fe y de identidad, y a la vez escenario de divisiones que parecen insuperables.

El eco de un cerco antiguo en un presente convulso

La profecía de Jesús sobre un enemigo que cercaría la ciudad encuentra paralelos modernos en los bloqueos y enfrentamientos que marcan la vida en Gaza y Cisjordania. Israel, rodeado de actores hostiles como Hamás, Hezbollah o Irán, percibe la necesidad de cercos y muros para garantizar su seguridad. Al mismo tiempo, los palestinos viven esas barreras como condena, aislamiento y negación de derechos básicos. El cerco es hoy, como entonces, una realidad que destruye hogares y esperanzas.

Paz oculta a los ojos

“Está oculto para ti”, dice Jesús a Jerusalén, refiriéndose al camino de la paz. Dos mil años después, esa sentencia podría pronunciarse sobre la región entera. Israel y Palestina han desaprovechado oportunidades históricas —desde los Acuerdos de Oslo hasta propuestas recientes de normalización— atrapados entre desconfianza mutua, extremismos políticos y el peso de generaciones de dolor. La paz existe como posibilidad, pero permanece velada por heridas abiertas.

Consecuencias humanas

La historia se repite en lo más trágico: el costo humano. Entonces, madres, hijos y familias enteras sufrieron el sitio y la ruina de Jerusalén. Hoy, tanto israelíes como palestinos lloran a sus muertos, mientras miles de civiles inocentes cargan con las consecuencias de decisiones políticas y militares. La espiral de violencia no conoce vencedores, solo víctimas.

La región y el tablero global

Alrededor de este núcleo, otros países miran y actúan con intereses propios. Egipto y Jordania mantienen la paz formal con Israel, aunque sus pueblos apoyen la causa palestina. Líbano y Siria albergan milicias que amenazan con abrir nuevos frentes. Irán sostiene a los grupos armados que buscan la desaparición de Israel. Estados Unidos y Europa respaldan la seguridad israelí, pero enfrentan críticas por el sufrimiento civil en Gaza. Los países del Golfo, que habían iniciado tímidas normalizaciones, frenan ahora esos procesos. La región, como en tiempos del Imperio romano, se mueve bajo tensiones de poder más amplias que la propia Jerusalén.

Una lección pendiente

El llanto de Jesús sobre Jerusalén es, en definitiva, un recordatorio atemporal: cuando los pueblos no reconocen el camino de la paz, terminan en la ruina. La historia bíblica no dicta la política actual, pero ofrece un espejo inquietante. Hoy, como entonces, el reto no es militar ni diplomático solamente, sino humano y espiritual: elegir si se prefiere la fuerza o la reconciliación, el muro o el diálogo, la destrucción o la vida compartida.

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